martes, 6 de enero de 2009

El lavado de una sandía...


Elocuente, densa, satisfecha...
Demorándose desde mi curvatura hacia el agua que corre y la espera
rastrera, pesada...la imagino con este lado amarillento en la tierra
y toda la enramada alrededor
Mamá plantaba cosas así: semillas de sandía, de tomate, carozos de duraznos...
y se le daba.
Ella era áspera, con voz nasal y grave
pero la tierra le respondía
con plantas por todos lados
en las rendijas de las paredes y las juntas de las baldosas de los patios...
Crecían chauchas japonesas, ajíes putaparió, laurel, salvia, romero
limones, naranjas, higos blancos y negros, uvas chinche...
Le florecía todo, le daba fruto todo, zapallos de angora "así" de grandes
rayados en claroscuros de verdes, que convertía en dulce para el invierno
y las flores pelusientas y tiernas que cocinaba en el puchero.

Yo era igual
Impertinente
floreciendo por los rincones, por los intersticios
desafiante con mis frutos escabullidos entre las hojas
Era así porque aprendí de ellos...a perfumar con insolencia como los jazmines
a manchar el patio con mis violetas y convocar moscardones con mis dulzores
desbordante como las higueras, sanadora como las hojas de palan-palan
bendita y terrible...inexplicada!!!
y ella, siempre y finalmente
arrojando la semilla.

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