
Erase un hombre con cara de subte de ningún color
Lo enlazaba una mujer dormida
huesos y piel, sin cuerpo casi también.
Iban a sus horarios, y sus planillas los recibían
sus biromes se rendían ante ellos
y las sumas y saldos obedecían sus órdenes
Erase un hombre que no existía
sólo dormía en un subte
del brazo de ninguna pálida y desgarbada mujer
que seguramente en el otro extremo del subte lavó sus tazas de café
Ellos viven en ese mundo extraño
de códigos descoloridos
de horas horarios
y de nada más
Son lo que no deseo ni espero
pero son
y se los creo
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